Esta vez una entrada en español inspirada, como a menudo, en mi experiencia personal/profesional. Viviendo en un país como España, con unas políticas lingüísticas bien desarrolladas no solo en las comunidades con lenguas cooficiales (como Cataluña, Galicia, el País Vasco, Navarra), uno se topa casi a diario con el término bilingüismo, bilingüe. Parece que todo el mundo se haya vuelto loco por convertirse en bilingües. Hay colegios “bilingües” cada dos por tres, los padres de los anuncios de la tele quieren que sus hijos sean “bilingües”, etc. Hay también personas que confunden el significado (vide infra) de la palabra bilingüe con la descripción de un nivel de competencia en una lengua, llegando incluso a referirse al nivel de su lengua materna como bilingüe (caso real de un español “bilingüe” en español, según él).
Obviamente, nada tiene de malo (=es deseable) querer aprender una segunda lengua o una lengua extranjera y hacerla suya (que es donde empieza la verdadera competencia bilingüe según el servidor), pero hay que ser consciente de la terminología que se emplea para describir los niveles de competencia en un idioma, pues bilingüe desgraciadamente no es uno de ellos.
No voy a entrar en un debate lingüístico pormenorizado acerca del bilingüismo, la diglosia, el bilingüismo simultáneo y consecutivo, pues en el fondo es un debate terminológico, teórico. Sin embargo, he de clarificar que para mí una persona bilingüe sigue siendo un hablante con dos lenguas adquiridas de forma natural durante la infancia y con una competencia o nivel comparable en ambas. Reconozco que casos de ese bilingüismo puro hay pocos, pero al haberlo interiorizado de esta manera, sigo sin considerarme bilingüe por muchas lenguas extranjeras que hable bien. Para mí, yo solamente hablo lenguas extranjeras, aunque a veces mi competencia en un aspecto de una lengua extranjera pueda ser mayor que en mi propia lengua, como es el caso del registro académico, por ejemplo. Y siguiendo la misma lógica, el bilingüismo como negocio dentro del área de la enseñanza no tiene ninguna razón de ser mercantil en una sociedad o en el caso de personas propiamente bilingües de “nacimiento”.
Miremos entonces las definiciones de la RAE del término bilingüe:
1. adj. Que habla dos lenguas. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. Escrito en dos lenguas. Discurso, revista bilingüe.
3. adj. Que ofrece palabras, expresiones o textos en una lengua y los traduce a otra. Glosario bilingüe.
4. adj. Dicho de un centro de enseñanza: Que imparte su educación en dos lenguas. Colegio, escuela bilingüe.
5. adj. Que se imparte en dos lenguas. Educación, enseñanza bilingüe.
A simple vista vemos que las acepciones 2-4 plantean pocos problemas, puesto que se refieren a objetos (libros, textos), lugares (colegios) o actividades (enseñanza) caracterizados por la presencia de dos idiomas. La primera acepción, sin embargo, aun teniendo una referencia personal clara, nos indica precisamente lo mismo: “la presencia de dos idiomas”. Claro está entonces que no puede referirse al nivel de conocimiento de una sola lengua. Pero ¿qué significa “hablar dos lenguas”? Un vendedor con un nivel intermedio bajo comunicándose y regateando con sus clientes en una lengua extranjera claramente habla dos lenguas; una persona con un nivel avanzado que imparte enseñanzas en una lengua extranjera, también; al igual que una persona de padres españoles criada en Francia que siempre ha hablado español en casa.
Hace años que se emplean términos mucho más específicos para referirse a los niveles de competencia lingüística en una lengua extranjera. Hemos pasado de los difuminados niveles elementales, intermedios y avanzados a una escala de seis A1-A2-B1-B2-C1-C2, sobre la cual mucho hay escrito e incluso yo perpetré una entrada en este mismo blog sobre uno de sus componentes. Puesto que todas las personas que pueden comunicar contenidos en una lengua extranjera pueden fácilmente adherirse a la primera acepción de la RAE (“hablan dos lenguas” por lo menos) bilingüe se nos presenta como una palabra muy vaga con una semántica borrosa y genérica. Por ende, decir “soy bilingüe en X” es como decir “hablo X” sin aportar más detalles. (Todos nos acordamos del famoso “nivel medio de inglés” que podría estar comprendido entre un A1 alto y un B2 bajo.)
En resumidas cuentas, uno no puede ser bilingüe en una lengua (sobre todo la suya propia), porque se es bilingüe cuando se habla dos lenguas. Uno puede tener un nivel más o menos avanzado, un nivel superior, un nivel B2 o C2, pero no un nivel bilingüe.
Además, a modo de una conclusión reflexiva, con eso del bilingüismo como el culmen de todo empeño lingüístico, ¿dónde queda el multilingüismo como un objetivo de la política lingüística europea? Parece que se nos haya olvidado que las políticas europeas oficiales (publicadas en múltiples documentos estratégicos) procuran una Europa multilingüe donde cada habitante hable al menos tres lenguas: su lengua materna y dos lenguas extranjeras. Es lógico que, al menos a nivel pragmático, este respetable objetivo haya quedado relegado al segundo plano, con el inglés como la lengua franca internacional por excelencia tanto desde el punto de vista actual como histórico. Pero quizá no debamos olvidarlo del todo.